LOS EFECTOS DEL MUNDO DIGITAL EN LAS FAMILIAS
Una vida en paralelo en el mundo digital parece llevar las riendas de las familias. Varios expertos lanzan una voz de alerta para que las familias sean conscientes de los peligros a los que se enfrentan y busquen soluciones
Javier Lozano*
Domingo, 14.30 horas en un restaurante. Un matrimonio está sentado a la mesa y su hijo de apenas dos años de edad sujeta una pantalla en la que ve unos dibujos animados a todo volumen mientras su madre le da de comer. Unas mesas más allá, una celebración familiar. Los adolescentes, primos entre sí, no levantan la cabeza de sus smarthphones, no hablan entre ellos y, menos aún, prestan atención a los adultos. Esta es ya una escena corriente en cualquier localidad española, un ejemplo de cómo las pantallas han tomado las riendas de nuestras vidas, generando un problema familiar y social.
Los adolescentes españoles son los más adictos a las nuevas tecnologías de toda Europa. Varios estudios hablan de más de un 20 %, cuando la media en la UE se sitúa cerca del 13 %. Pero, además, un 81% de los jóvenes españoles de entre 18 y 35 años padece nomofobia, miedo irracional a separarse de su móvil. Un escenario que no se circunscribe solo a ellos, pues tres cuartas partes de la población es víctima de esta dependencia abusiva de las pantallas.
Estar apegado todo el tiempo al dispositivo, mirar continuamente la pantalla para comprobar si hay nuevos mensajes, mantener siempre el aparato encendido y dormir junto a él, no lograr desconectar durante unas horas o utilizarlo incluso en situaciones peligrosas son signos claros de este gran problema social. Como muestra: el 72 % de los accidentes de automóvil se producen por mirar o tocar el móvil.
“Es una adicción, aunque todavía no se la ha denominado así de manera oficial. Pero es evidente que hay sufrimiento, dependencia y graves consecuencias”, advierte a Misión el psicólogo Marc Masip, experto en adicciones y responsable del programa Desconecta.
En cuanto a los adolescentes, Masip reconoce que en su gabinete el número que le van llegando “va desgraciadamente en aumento”, y que los casos de adicción a la tecnología son ya tantos como todo el resto de patologías que tratan. En general, los chicos tienen más problemas con los videojuegos y las chicas con las redes sociales.
Existe una tiranía de los likes en las redes, una necesidad de ser reconocido. “Es como una nueva droga, pero como les da placer de manera inmediata siguen consumiendo. No son conscientes del daño que les puede llegar a generar”, agrega.
Pero el verdadero problema es anterior. Las redes sociales y estas nuevas tecnologías están diseñadas para enganchar, para atrapar al usuario y mantenerle conectado. Gracias a los algoritmos, conocen cómo es el usuario, lo que busca y lo que siente, y se le ofrece en bucle todo aquel contenido que le mantenga durante horas delante de la pantalla, ya sea viendo recetas de cocina, bailes o vídeos de gatitos…
Niños sin móvil
El psicólogo británico Aric Sigman, que ha asesorado al Parlamento Europeo en esta cuestión, asegura a Misión que limitaría el uso de pantallas entre los niños solo por su salud física y mental. “Lo ideal es que los niños menores de tres años no las vean”, incide. Para establecer unos buenos cimientos es urgente empezar a educarlos desde la cuna.
Ante la inminente llegada de las comuniones, muchos niños recibirán como regalo un smartphone, pese a tener tan solo 8 o 9 años. Masip alerta de lo que considera un grave error: “Lo más apropiado sería no dar un teléfono inteligente hasta los 16 años, antes no lo necesitan para nada funcional y no están preparados, ni muchísimo menos, para utilizarlo de manera correcta”.
No duermen
Muchos niños y adolescentes comienzan el día agotados por haber permanecido despiertos hasta altas horas de la madrugada a causa de las pantallas. “En un dormitorio aparecen como algo muy atractivo, pero lo que observan, ya sea contenido en las redes o videojuegos, suele ser estimulante o estresante, y esto eleva los niveles de cortisol, lo que no les permite relajarse y conciliar el sueño. Además, las pantallas LED emiten luz azul, que puede indicar al cerebro que deje de producir melatonina, la hormona del sueño”, señala Sigman.
La privación del sueño tiene además otros efectos derivados de un uso desordenado de la tecnología. Este psicólogo afirma que puede facilitar la ansiedad, así como provocar un cambio en las hormonas del apetito, haciendo que se deseen más alimentos azucarados y grasos. Además, hay evidencias de que genera un peor rendimiento académico y de que puede aumentar el riesgo de consumo de drogas y de otras adicciones.
Los cerebros de niños y adolescentes son muy vulnerables frente al uso excesivo de las pantallas y los videojuegos. Sigman incide en que puede “causar cambios cerebrales en tamaño, conectividad y funciones en áreas de adicción del cerebro”. Por otro lado, puede erosionar las habilidades de atención en los más pequeños, también mermar las habilidades sociales, la empatía, generar trastornos alimenticios, e incluso, se están disparando los casos de miopía.
Gran reto para los padres
Las pantallas han entrado por la puerta grande en la vida de las familias. Un estudio de Empantallados y GAD3 mostró que en cada hogar español hay una media de cinco dispositivos. “Esto nos configura y nos da una manera de ver el mundo y de cómo nos relacionamos con él. Es un reto educativo para los padres del siglo xxi, pues en esta cuestión no tenemos antecedentes”, asegura a Misión María José Abad, coordinadora de Empantallados y coautora del libro del mismo nombre (Vergara, 2022).
Para un mundo repleto de pantallas, y no solo en el hogar, Abad invita a educar a los más jóvenes en la triple A: Autoestima, Aburrimiento y Atención. Unas herramientas útiles para este asalto del mundo virtual.
Con respecto a la autoestima, Abad cree que hay que “enseñarles a conocerse, aceptarse y quererse como son, pues en un contexto donde se produce la autoestima delegada, delegamos nuestro valor en lo que digan los demás y su validación en redes”.
Otro elemento fundamental es el aburrimiento. Hoy no se deja a los niños aburrirse y por ello se les da una pantalla, cuando precisamente del aburrimiento surge la creatividad. Estos jóvenes representan “la generación del ‘todo ya’”. Es necesario que realicen “actividades que requieran metas en el medio plazo”. Aquí cobra gran importancia que se fomenten las aficiones y las capacidades de cada uno: ya sea tocar un instrumento, practicar un deporte… Pero también urge hacerles salir de su mundo, animándolos a hacer voluntariado, a ayudar a los demás o a visitar a algún familiar. Y el tercer aspecto que destaca Abad es la atención. “En el mundo de las notificaciones y de la interrupción constante de la atención, es fundamental que aprendan a navegar con un objetivo, un para qué”, señala. Pero a su vez, hay que establecer límites claros, delimitar los tiempos de uso de pantallas, colocarlas en un lugar visible de la casa y que estén fuera del dormitorio por las noches.
El de las pantallas es un asunto que concierne a todos, no solo a los llamados nativos digitales. Se están creando sociedades empantalladas, y es importante que los adultos sean conscientes de su propia dependencia. Solo así podrán ayudar a sus hijos. De este modo, Abad afirma que “en este reto educativo hay que liderar con el ejemplo. Si los padres tenemos una relación sana con las pantallas nuestros hijos lo tendrán más fácil”. Y lanza una recomendación: dejar aparcadas las pantallas en ciertos momentos del día, especialmente en los que se convive con los hijos. Es primordial que en estos momentos los padres estén alerta y no sucumban a la presión social. Que mediten bien el momento adecuado de dar a su hijo un dispositivo y tengan en cuenta no solo las ventajas, sino también sus grandes riesgos. Y sobre todo, que no sean víctimas del error frecuente de que llegue como regalo de un familiar.
5 consejos para que no se enganchen
- Empieza tú dando ejemplo. De nada sirve que te empeñes en educar a tu hijo en el uso responsable de las pantallas si él te ve a ti casi todo el día “enganchado” a tu smartphone. Que tu hijo tenga la certeza de que le prestas más atención a él que a tu pantalla. Deja el dispositivo aparcado en algún lugar de la casa durante determinados momentos del día.
- Todo comienza desde que es bebé. Muchos padres, de manera inconsciente, sucumben a la tentadora propuesta de utilizar la pantalla como cuidadora para tener un rato de tranquilidad o para que el niño coma. “Es importante hacer un poco de autoexamen: si les doy una pantalla cuando son bebés como niñera digital, luego será muy difícil establecer pautas saludables”, advierte María José Abad.
- No tengas miedo a no darle un smartphone. “Es importante que los padres no tengan miedo a no darle a su hijo un smartphone. Que muchos niños lo tengan no significa que su hijo lo vaya a utilizar bien. Tendrán amigos igualmente, así que no deben sufrir por darles una pantalla antes de tiempo. Cualquier error con la tecnología les perseguirá luego”, recuerda Marc Masip.
- Saca el móvil de su dormitorio. Que un adolescente duerma con el móvil en su habitación es una bomba de relojería. Necesita dormir bien, y con un dispositivo en su cuarto es probable que se mantenga despierto hasta la madrugada. El dispositivo debe apagarse por las noches y estar fuera del dormitorio. Además, es una forma de evitar que caiga en peligros como el de la pornografía, una auténtica lacra social. Y ojo: los filtros de contenidos y los controles parentales no son infalibles.
- Fomenta las aficiones. Cuantas más alternativas y herramientas tenga un niño, menos necesidad creerá que tiene de estar horas delante de una pantalla, porque logrará entretenerse y divertirse con otras aficiones.
*Este artículo fue publicado originalmente en la revista “Misión”
El juego del calamar