“Tecnoferencias”: cuando los móviles destrozan la vida familiar

Muchas quiebras en la familia comienzan con las “interrupciones digitales” que provocan los adultos y que afectan cada vez más a los vínculos con los hijos
José Antonio Méndez
(El Debate)
Las escenas son cotidianas en millones de hogares: tu hijo te cuenta algo… y tú bajas la mirada al móvil «un segundo»; tu marido y tú estáis viendo una película… y tú te distraes de la trama para atender al último mensaje que te acaba de llegar; tus nietos han venido a hacerte una visita… pero tú estás pendiente de responder el mensaje de tu vecina con una imagen floral de «Buenas noches».
Este tipo de situaciones que ocurren una y otra vez, y cada vez con más frecuencia, es lo que la literatura científica, a partir de un estudio publicado ya en 2016 por la Asociación Americana de Psicología, llama «tecnoferencias».
O lo que es lo mismo, «situaciones en las que los dispositivos tecnológicos interrumpen o interfieren en las interacciones entre padres e hijos, afectando su relación». Así lo describen tres expertos de la Universidad de Navarra, en un análisis sobre este fenómeno publicado en el portal Telos, de la Fundación Telefónica.
¿Control parental o autocontrol paterno?
Los investigadores Pablo Tabuenca, Maider Belintxon y Paola Alexandria Pinto de Magalhães ponen el foco en el ejemplo adulto. «En la era digital, educar no es prohibir pantallas, sino acompañar desde la coherencia: apagar el teléfono, escuchar y ser ejemplo de uso consciente».
Y recuerdan que no basta con instalar un control parental y respirar tranquilos: «El control parental puede ser útil, pero nunca la herramienta principal». ¿Por qué? Porque los niños miran lo que hacemos y, por tanto, lo realmente útil es, no el control parental, sino el autocontrol de los propios padres en el uso de sus dispositivos.
De hecho, el equipo recuerda un dato elocuente de Estados Unidos: «El 68 % de los padres reconocía sentirse distraído por su teléfono mientras pasa tiempo con sus hijos, y un 73 % admitía haberlo usado en restaurantes durante momentos compartidos en familia». Cuando esto se da, no de forma esporádica o mientras se está teletrabajando en casa, sino que se repite también en tiempos de ocio, «el mensaje que reciben es que la pantalla tiene más importancia que lo que desean compartir».
Impacto en la salud de los hijos
Estas «tecnoferencias» sostenidas en el tiempo tienen efectos en el hogar. Llevada al extremo, «podemos estar dificultando el desarrollo de un apego seguro e incluso provocando un sentimiento de soledad en nuestros hijos», indican los autores.
Y ante ese sentimiento de soledad, advierten, «pueden intentar ‘anestesiarlo’ acudiendo a su teléfono y a las redes sociales». Por eso, la solución empieza en lo básico: «Compartir tiempo diariamente sin pantallas, por ejemplo durante las comidas, o unas horas antes de dormir, previene su uso problemático, reduce el estrés de toda la familia y fomenta una relación familiar de calidad».
Prudencia máxima con el «sharenting»
El análisis de los expertos también pide prudencia con un tipo específico de interferencia de la tecnología en la vivencia de la paternidad: el «sharenting», la práctica de publicar fotos e información de los menores en Internet sin pensar en su huella digital… que impacta en la vida real.
«Es importante considerar los aspectos legales y éticos de esta práctica, y pedir permiso a los hijos antes de publicar contenido». Porque verse en las redes de sus padres, sin su permiso, antes o después suele incomodarles: «Es probable que digan que les incomoda, les avergüenza y les frustra», apuntan, citando diversos estudios.
Ejemplo, mediación y aburrimiento
¿Entonces, qué funciona? Los autores proponen un triángulo sencillo: ejemplo + mediación activa + diálogo. «Dialogar abiertamente con los hijos sobre los riesgos y oportunidades de internet fortalece el pensamiento crítico y ayuda a los jóvenes a proteger su privacidad», destacan. Y todo empieza por un gesto adulto: «Hacer nosotros mismos un buen uso, responsable y ético, de las tecnologías para que los jóvenes aprendan con nuestro ejemplo».
Una última idea, nada teórica: aburrirse es sano. «Mostrarles que podemos estar sin mirar el móvil y sabemos aburrirnos puede servirles a ellos para tolerar mejor el aburrimiento», que es «catalizador de cambio y motor de la creatividad».
A veces, lo que la familia necesita no es otra app, sino mesa sin pantallas, paseos sin notificaciones, espacios para convivir con los presentes y miradas capaces de escuchar.
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