Revisitando a Xan das Bolas
El coruñés es quizás el actor español con una mayor filmografía, pero su vinculación al estereotipo del gallego risible le granjeó el rechazo de muchos de sus paisanos. ¿Ha llegado el momento de reivindicarlo?
Félix Caballero
¿Se ha hecho justicia con Xan das Bolas? Siendo tal vez el actor secundario español con una trayectoria más larga, nunca se le ha reconocido. Por otro lado, la irritación que en parte de los intelectuales gallegos provocaba su tipo de personaje hizo que fuese rechazado como si se tratara de un cipayo que se prestase a la ridiculización del gallego. ¿Ha llegado el momento de reivindicar, o al menos revisar, su figura? Se lo preguntamos a cuatro investigadores y críticos de cine gallegos: José Luis Castro de Paz, Eduardo Galán, Miguel Anxo Fernández y José Luis Losa.
Se estima que Xan das Bolas, nombre artístico del coruñés Tomás Ares Pena (1908-1977), participó en unas 300 películas –cantidad que ya daba Fernando Vizcaíno Casas en la segunda edición de su Diccionario del cine español (1966), nueve años antes de la muerte del actor–, aunque su filmografía exacta es muy difícil de establecer porque, como explica el crítico Eduardo Galán, más que un actor secundario, fue un actor episódico, con papeles a veces de solo una o dos escenas, incluso no acreditados. Lo que está claro es que trabajó muchísimo: algunos años hizo hasta veinte películas, como destaca el crítico, que lo califica de “un obreiro do espectáculo”.
Esta filmografía tan dilatada, de 1940 a 1977, se explica en buena parte, según Galán, porque estaba en el grupo de actores del productor vigués Cesáreo González y, sobre todo, porque era delegado e inspector del sindicato vertical del espectáculo.
Cesáreo González, fundador de Suevia Films, “tiña esa pátina tipo Santiago Bernabéu [el presidente del Real Madrid de fútbol por aquellos años] de muñidor do réxime franquista. Na época chamábano don Necesario González”, apunta el crítico. En el grupo del productor había también otros intérpretes gallegos emigrados a Madrid.
Además, como representante del sindicato vertical del espectáculo, Xan das Bolas “iba de rodaje en rodaje”, lo que, sin duda, le ayudaba a conseguir pequeños papeles en las películas, explica Galán. El director orensano Antonio Román –que lo dirigió en algún título– escribió que incluso tenía un despacho en los estudios Roptence, muy activos durante los años 40, relata el crítico. “Supoño que será mentira, pero demostra o presente que estaba en todas as rodaxes”.
Para Miguel Anxo Fernández, profesor de la Universidad de Vigo, está claro que el actor “era un home do réxime”. “Aproveitando que representaba os actores no sindicato vertical, facía un papeliño para o que precisaba só un ou dous días de rodaxe. Os produtores evitábanse así leas. Non vou dicir que fose unha corruptela, pero si unha maneira de facer amigos”, afirma.
El hombre de los oficios
Xan das Bolas se singularizó por el tipo de personaje en el que se especializó. Jaime Pena, programador de la Filmoteca de Galicia, lo describe así en el Dicionario do cine en Galicia 1896-2008 (2008), coordinado por Miguel Anxo Fernández y José Luis Cabo: “Fornecido tras un pronunciado acento galego, o actor chegará a confundirse co seu personaxe: de extracción humilde, prototipo de pailán bonachón e que chegará a desempeñar os máis variados oficios (carteiro, varredor, taxista, militar de baixa gradación) en papeis moi breves, en ocasións apenas episódicos”.
Efectivamente, el actor interpretó a multitud de humildes empleados de oficios subalternos (sereno, tabernero, peón, carretero, limpiabotas, barbero, guardia forestal, jefe de estación, recepcionista, portero, etc.), dando lugar al tópico del “hombre de los oficios”, como recuerda Eduardo Galán. Un personaje que la mayoría de las veces tenía origen gallego.
Según José Luis Castro de Paz, catedrático de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Santiago, se trata de un personaje extraído del teatro popular español, del sainete madrileñista, y no de un invento del franquismo. De hecho –explica–, tuvo mucho éxito ya en la II República y viene del siglo XIX, con Carlos Arniches, e incluso del XVIII, con Ramón de la Cruz.
Con todo, el personaje y las películas de Xan das Bolas evolucionaron con el tiempo, ajustándose a los requisitos del franquismo, aclara el catedrático. En Polizón a bordo (Florián Rey, 1941), el actor interpretaba a un alguacil medio ladronzuelo, un sinvergüenza. Según Castro de Paz, la película, ambientada en la posguerra, hacía “un dibujo sorprendentemente misérrimo de Galicia que fue recibido durísimamente por las instancias oficiales” y las críticas alcanzaron de lleno al propio personaje, de forma que en los filmes siguientes fue adquiriendo un diseño menos problemático. El personaje se terminó de perfilar en Botón de ancla (1947), en la que el actor interpretaba al cabo Trinquete.
Ridiculización del gallego
Pero el personaje tipo de Xan das Bolas provocó las iras de cierta intelectualidad gallega, sobre todo nacionalista, a partir de finales de los años 60 y especialmente desde la Transición, con el movimiento de revisión del cine gallego, que consideraba que el actor se prestaba a contribuir a la ridiculización del gallego, como si fuera un cipayo. “Reprochóuselle sempre o xambolismo”, apunta Miguel Anxo Fernández: “Esaxeraba a musiquiña da fala e metía algunha palabra ou frase galega como ‘arredemo!’, coincidindo co desprezo absoluto do franquismo polas periferias. Prestouse a ser cómplice da parodia do galego, aínda que non fose por escarnio, senón para comer. De feito, nas entrevistas que lle fixeron sempre falou do seu cariño pola terra e da súa militancia galega. Cómpre ter en conta que o cine español dos anos 40 competía en condicións moi duras con Hollywood. Non todo o que se dedicaba ao cine tiña posibilidades de vivir del. Ao tempo que facía cine, Xan das Bolas interpretaba tamén o seu espectáculo de variedades. O cine para el era unha axudiña”.
“Non sei se se lle pode reivindicar. Para a xente da miña xeración é difícil quitarse a idea manipuladora do tópico castelán con acento galego e metendo de cando en vez unha frase en galego. Hoxe esa idea do galego é un pouco vergoñenta”, afirma, por su parte, Eduardo Galán.
A José Luis Losa, director de Cineuropa, también le chirría el retrato del gallego de brocha gorda que interpretaba el actor: “Entiendo que pudiera ofender, porque era ostentoso, muy subrayado”. Sin embargo, el crítico hace una matización: “La clave de por qué le cayó tan encima el peso de ese cliché está en el año de su muerte. Muere justo en 1977, cuando comienzo el auge de las libertades y las autonomías. Si hubiera hecho otro tipo de películas después, no respondería tanto a ese cliché”.
Por su parte, Castro de Paz “comprende las lecturas críticas que se hacen de Xan das Bolas a partir del maltrato que el Estado central hizo de Galicia”, pero le parece “un error absoluto traspasar el desprecio al actor. “Desde cierto punto de vista político o antropológico, el personaje puede ser muy revelador de la imagen que se tenía del gallego en la época, pero desde la construcción popular del sainete español tiene un enorme valor por su gran conexión con el espectador”, afirma. “El público no lo veía como menosprecio, sino que se identificaba con él”.
“Un cómico de las tripas”
El catedrático destaca que el actor “empatizaba vivamente con el público, gente trabajadora y humilde como su propio personaje”, y no duda en calificarlo de “un genio de la interpretación”, “un cómico de las tripas” y “uno de los grandes secundarios del cine español”.
“Sen dúbida, era bo actor, porque, cando lle daban a oportunidade de saír do tópico, como en la serie de televisión Crónicas de un pueblo, ves que tiña condicións”, concede Eduardo Galán, quien añade que, “no fondo tiña unha vitola de perdedor nostálxico ou de home triste, e a súa evocación é moi positiva. Por moito que encarnase esa espantosa idea franquista, non caía mal”.
Para José Luis Losa, “es uno de los secundarios por excelencia del cine español; recorre transversalmente la historia de nuestro cine”, y Miguel Anxo Fernández, “se tivese que reivindicalo, reivindicaríao como actor episódico”, aunque sin la altura dramática de algunos otros, como, por ejemplo, el también gallego Erasmo Pascual, que considera mejor. Con todo, admite que “era un home resultón que tiña un rostro moi expresivo e se levaba ben coa cámara”.
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De la gallegada teatral a “Crónicas de un pueblo”
Tomás Ares Pena, más conocido como Xan das Bolas, nació en 1908 en A Coruña. Se inició en el teatro de variedades a finales de los años 20 del siglo pasado. Su popularidad creció durante la República gracias a su frecuente presencia en los repartos de las burdas pero exitosas gallegadas teatrales, donde ya se presentaba con su nombre artístico.
Finalizada la guerra, emprendió su carrera cinematográfica con Salomé (1940), del director Feliciano Catalán. Entre ese año y 1977, cuando murió, participó en alrededor de 300 películas, algunas a las órdenes de los más insignes cineastas españoles como Florián Rey, Benito Perojo, Edgar Neville, José Luis Sáenz de Heredia, Rafael Gil, Ladislao Vajda, Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem o Fernando Fernán Gómez. Eso le permitió aparecer en títulos míticos como Historias de la radio (1955), La vida alrededor (1959), Plácido (1961), El verdugo (1963) o El extraño viaje (1964).
A título anecdótico, participó, sin acreditar, en Orgullo y pasión (1957), de Stanley Kramer, y Lawrence de Arabia (1962), de David Lean. Ambas se rodaron en España.
Al principio, su carrera cinematográfica discurrió paralelamente a la teatral, pero pronto acapararía la actividad del actor, si exceptuamos algunas intervenciones televisivas, en especial su personaje de la serie Crónicas de un pueblo (1971-74), y su intervención en El pícaro (1974), de Fernán Gómez
Estaba casado con la actriz Lina Chiverto y tenía tres hijos. Murió el 13 de octubre de 1977 en Madrid a los 68 años.
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