Los Fabelman
Patricia Amat (Contraste)
En la década de los 50, Sammy Fabelman descubre la magia del cine. En su paso a la adolescencia durante los 60, el chico se enamora de las cámaras y descubre la manera de contar historias a través de la pantalla. Su madre, artista, no deja de animarlo pero su padre, un genio de la informática, preferiría un camino un poco más pragmático para su hijo. Con ayuda de las películas, Sammy irá construyendo su identidad poco a poco a lo largo del país.
Cuando alguien pone cariño en lo que quiere contar, puede llegar a crear una atmósfera mágica y sumergir al receptor en ella. Y es lo que sucede en «Los Fabelman», una carta de amor de Steven Spielberg al cine, en la que el espectador puede vivir una experiencia visual hipnótica, envuelta en una música de piano embriagadora. Como consecuencia, esa estética de cuento ayuda a que el extenso metraje pase rápido y la cinta sea disfrutable.
Esta autobiografía ficcionada de Spielberg es una película coming-of-age narrada a través de la mirada limpia de su pequeño protagonista, Sammy Fabelman, que va evolucionando hasta el encuentro decisivo para su carrera. En ella, el director eleva un canto a la familia, al arte –en concreto al séptimo– y a encontrar la propia identidad.
«Los Fabelman» tiene una estética agradable y desprende gran cariño por el séptimo arte. De todas maneras, su dulzura quizá es excesiva y resulta en pequeñas incoherencias de guion, que restan fuerza al mensaje.
En su conjunto es agradable, pues Sammy logra apreciar belleza a través de la lente aun en medio de la desgracia. Aun así, Spielberg no deja de mostrar los errores humanos que pueden llevar a que el núcleo familiar se desmorone. Eso sí, lo hace con una cantidad de dulzura (empalagosa para algunos) y un exceso de afecto y optimismo que resta valor y credibilidad a su consejo sobre dejarse llevar por el corazón, pues deriva en una coyuntura inverosímil.
No obstante, este film personal, que desprende devoción por las cámaras y sus seres queridos, cuenta con una fotografía fascinante y unas magníficas interpretaciones que permiten deleitarse durante un buen rato.
El juego del calamar