Cien años de la muerte de Max Linder

Si quieren reencontrarse con el espíritu del payaso y reírse como niños, no dejen de ver a este cómico y a los otros pioneros del humor físico
Félix Caballero
Se cumplen cien años de la muerte de Max Linder, el primer rey de la comedia cinematográfica, el cómico más famoso del cine mudo anterior a la I Guerra Mundial, maestro –entre otros– de Charles Chaplin (1889-1977).
Al profano le sorprenderá que esos tres títulos honoríficos no recaigan sobre un actor estadounidense, sino francés. Pero olvida que franceses eran también los inventores del cinematógrafo –los hermanos Auguste y Louis Lumière (1862-1954 y 1864-1948, respectivamente)– y uno de los primeros y más grandes “magos” del cine, Georges Méliès (1861-1938). Y André Deed (1879-1940), conocido en Francia como Boireau y en España como Toribio, al que tal vez deberíamos reconocer como la primera estrella del cine cómico de la historia, antes incluso que Linder, pero en fin… Lo que está claro es que aún no era el tiempo de Hollywood.
Max Linder nació como Maximilien Gabriel Leuvielle en Saint-Loubès, en el departamento francés de La Gironda, región de Aquitania, en 1883, en una familia judía de cultivadores de vino. Inició su carrera en los estudios Pathé de París en 1905 y para 1907 ya había creado a su personaje Max, al que entre 1910 y 1917 controló por entero: escribió los gags, definió las historias y se dirigió a sí mismo. Si bien solo conservamos una treintena de sus películas, se calcula que filmó entre cien y doscientas, una buena parte de ellas protagonizadas por Max.

Max Linder, con su sombrero de copa.
Guantes, sombrero de copa y bastón
El personaje de Linder es un dandy distinguido en sus formas e impecable en el vestir, siempre con su frac y sus guantes blancos, sombrero de copa y bastón (lo que le hizo también muy apreciado por el público femenino de aquella época, que más de una vez protagonizó algún tumulto durante sus apariciones). Un dandy que se ve atrapado en los más insólitos enredos y que le sucede todas las catástrofes que suelen suceder en el “slapstick”, el humor físico donde los personajes se resbalan, se golpean, se caen al agua, se enredan, se atropellan y se ensucian de mil maneras, mientras que él trata de sortear las insólitas adversidades con elegancia, sin perder su estilo. En este contrapunto tan acentuado radicó el extraordinario éxito del personaje.
Un ejemplo es su primera película, “Les débouts d’un patineur” (“Max aprende a patinar”), un cortometraje de cinco minutos dirigido en 1907 por Louis Gasnier (1875-1963) –quien en los años 30 dirigiría para la Paramount varias películas del cantante de tango Carlos Gardel (1890-1935)– donde el exquisito caballero desea aprender a patinar sobre hielo. Pero no tiene el menor talento y sus intentos terminan en desastre.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) interrumpió su carrera y lo marcó para siempre. Su participación en el conflicto, donde fue víctima de los gases asfixiantes que se utilizaron, le dejó secuelas físicas y emocionales que alteraron su salud y empañaron su trayectoria cinematográfica posterior. El rumor de su muerte en las trincheras había provocado en su público, en tanto, una verdadera histeria.

Max Linder, a la derecha, con Charles Chaplin.
En Estados Unidos
Retirado forzosamente de la guerra, en 1917 marchó a Estados Unidos, contratado por los estudios Essanay, que competían con los Keystone de Mack Sennett (1880-1960), la factoría de “slapstick” más famosa del mundo. Para entonces la industria estadounidense del cine ya estaba instalada en Hollywood, procedente de Nueva York. Allí protagonizó “Max comes across” (“Max en América”) y “Max in a taxi” (“Max en taxi”), entre otras películas, y conoció a Charles Chaplin (1889-1977), que también trabajaba para la Essanay. Chaplin había creado a Charlot en 1914, siete años después de la aparición de Max, y se declaraba discípulo de Linder. Es famosa la fotografía suya que le dedicaría en la que pone: “Al único Max, el maestro, de su alumno”. Otro cómico relevante –y además francés– al que podemos imaginar inspirado también por Max es Jacques Tati (1907-1982), creador del inolvidable Mr. Hulot y autor de tres comedias imprescindibles a mediados del siglo pasado: “Día de fiesta” (1949), “Las vacaciones del señor Hulot” (1953) y “Mi tío” (1958).
El caso es que Linder no consiguió el éxito que esperaba en los EEUU y regresó en 1918 a Francia, en donde interpretó su primera película larga, “Petit Café” (1919), dirigida por Raymond Bernard (1891-1977). Pero en 1919 ya estaba de vuelta en Hollywood, donde demostró su buen hacer, especialmente en películas como “Seven years bad luck” (“Siete años de mala suerte”, 1921) y “The three must-get-theres” (“Los tres mosqueteros”, 1922), quizá sus mejores trabajos.

Max Linder, en una de sus películas.
Doble suicidio
Víctima de frecuentes estado depresivos, que lo llevaron al consumo de alcohol y drogas, se suicidó el 31 de octubre de 1925, a los cuarenta y un años, en la “suite” de uno de los mejores hoteles de París después de matar a su joven mujer, Hélène Peters, en lo que fue calificado como un doble suicidio. Ella tenía solo diecinueve años y se había casado con él en 1923. Generalmente se dice que él le abrió las venas a su esposa, antes de hacerlo consigo mismo, pero también se ha escrito que Linder ató de pies y manos a su esposa y la amordazó antes de cortarle las venas, y que el informe forense especificó que el artista estaba drogado.
Condenado por las generaciones posteriores a un olvido casi absoluto, su hija Maud Linder (1924-2017) –que solo tenía un año cuando sus progenitores murieron– se empeñó en recuperar su figura a través de dos documentales: “En compagnie de Max Linder” (“En compañía de Max Linder”, 1963), una compilación de los últimos tres trabajos de su padre en Hollywood, narrada por el director de cine francés René Clair (1898-1941), y “L’homme au chapeau de soie” (“El hombre del sombrero de seda”, 1983), sobre la vida y carrera del cineasta. Además, en 1992 publicó el libro “Max Linder etait mon pere” (“Max Linder era mi padre”).
También desde España se ha revindicado su legado. Elio Quiroga produjo en 2014 un documental sobre Linder titulado “El misterio del rey del cinema”, basado en las películas y las memorias de Maud Linder sobre su padre.
Pioneros del humor físico
El centenario de su fallecimiento, más allá de las circunstancias tan truculentas que la rodearon, y de las sospechas de que, más que ayudar a su mujer a suicidarse, la hubiera matado, supone una estupenda oportunidad para repasar su filmografía, máxime teniendo en cuenta lo fácil que resulta hoy gracias a YouTube, donde podemos encontrar muchas de sus películas.
Termino con una reflexión sobre la esencia del cine cómico mudo, sobre este primer humor en el cine. Max Linder, como Charles Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd, Harry Langdon o Stan Laurel y Oliver Hardy, hacía –como ya se ha apuntado– “slapstick”, humor físico. Todos ellos fueron payasos, extraordinarios payasos. Después, con el cine sonoro, vendría otro tipo de humor, otra clase de comedia más sofisticada (no necesariamente mejor). Pero si quieren reencontrarse con el espíritu del payaso y reírse como niños, no dejen de ver a estos pioneros.