“Esto que estás haciendo, Carlos, se llamaba antes periodismo”
Los otros efectos de la DANA: entre la información y la desinformación
Ana Sánchez de la Nieta
(Aceprensa)
Se lo acaba de decir hace unas horas, en riguroso directo, el veterano periodista Raúl del Pozo a Carlos Alsina, director de Más de Uno, matinal de la cadena de radio española Onda Cero.
Aprovecho que estoy en un medio en el que no está mal visto elogiar a otro medio para dedicar esta columna a aplaudir a Alsina y su equipo por la cobertura que están realizando de la catástrofe de la DANA.
Tiempo habrá para analizar –también en estas páginas– el papel que la información y, sobre todo la desinformación, están protagonizando en esta catástrofe. El panorama es casi tan desolador como el que ha dejado la riada. Influencers difundiendo audios falsos, pseudoperiodistas (estos sí) disfrazándose de barro y sembrando la desazón multiplicando muertos y periodistas hooligans siguiendo al dictado el relato interesado y polarizador de sus amos políticos. Muy vergonzoso para el público que consigue mantener un mínimo de equilibrio y muy doloroso para los que creímos –y queremos seguir creyendo– que estudiamos una carrera vocacional para ejercitar un servicio público: informar con veracidad y honradez a los ciudadanos.
Para unos y otros –el ciudadano equilibrado y el periodista que quiere seguir siéndolo–, escuchar a Carlos Alsina y su equipo estos días ha sido una inyección de aire fresco. El periodista se ha desplazado a Valencia para informar sobre el terreno. Como cientos de reporteros, por otra parte. Lo que no es tan normal es que lleve una semana dirigiendo el programa desde las localidades afectadas. O que cambie su tradicional monólogo –pieza que se ha convertido en el género estrella de los periodistas estrella de las emisoras– para abrir el micrófono a los ciudadanos. Sin ningún tipo de censura. En los micrófonos de Onda Cero estos días el que ha querido ha despotricado de los políticos y el que ha querido ha cantado el himno a la Virgen del Pilar o ha contado que se aburría por las mañanas porque no había tele.
Porque, y es otro de los logros del programa, se ha querido dar voz a todos. Y, por supuesto que han hablado los alcaldes, pero también lo han hecho los profesores, los niños, los panaderos, los voluntarios o los ancianos. Porque conocer de primera mano la catástrofe significa hablar con los protagonistas y conocer la realidad –para informar a los oyentes– conlleva observarla desde sus diferentes ángulos.
Y todo esto con un tono sereno, con espontaneidad… pero también con un guion. Un guion que, al contrario de los relatos interesados y sectarios, es un hilo conductor que –como su nombre indica– guía al oyente, ordena la información para que no canse y espolea la profesionalidad del equipo.
Lo que ha querido contar estos días Onda Cero es la catástrofe… pero también la recuperación de la normalidad. Y por eso la noticia, cada día, estaba en un colegio que se abría, una panadería que empezaba a dispensar pan o una línea de autobús que recobraba su tradicional trayecto. No se ha edulcorado la tragedia y se ha hablado de los muertos, las víctimas y los destrozos, pero también del día después. Porque –también como aprendimos en las aulas de periodismo– el célebre refrán “Good news, bad news” no es un buen mantra para ejercer la profesión. Y menos en unos momentos en los que –siempre después de informar– inyectar un poco de esperanza puede ser el principal servicio público de un medio.
Esta manera de informar ha dejado piezas de mucho valor informativo y otras, además, emotivas, críticas, rigurosas… y hasta divertidas.
Ha dejado lo que antes se llamaba periodismo. Que, ojo, han hecho también muchos otros profesionales convencidos de su misión de servicio. No les podía dedicar una columna a cada uno. Así que, en estas líneas, está también el aplauso a todos ellos.
El juego del calamar